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Location: Valparaíso, Quinta Región, Chile

Casado con Nina María Soto (1964): 8 hijos, 16 nietos. Estudios: Derecho (Chile); Ciencias Políticas (Heidelberg, Alemania). Habla, lee y escribe alemán e inglés. Lee francés, italiano, portugués y holandés. Computación desde 1983. Internet desde 1994. Bloggers desde 2005. Autodidacta. Adaptable a las responsabilidades asumidas. Últimos cargos públicos: Agregado Científico en embajadas de Chile en Alemania y Holanda (1991 a 1995), Embajador de Chile en Venezuela (entre 1995 y 2000). Secretario General del Sistema Económico Latinoamericano, SELA (2000 - 2003) Libros: "Hermano Bernardo" sobre Bernardo Leighton y "La no-violencia activa: camino para conquistar la democracia". Numerosos ensayos políticos en diversas publicaciones. Profesor universitario (Chile y Alemania), periodista (prensa y TV) y diplomático. Hago consultorías y escribo permanentemente sobre muy variados temas. Actualmente soy Presidente del Instituto Chileno de Estudios Humanísticos, ICHEH, con sede en Santiago.

Friday, May 19, 2006

PRESENTACION DE LOS ANEXOS



Los anexos tienen por objeto contribuir a la profundización del tema tratado en este trabajo. Son documentos que pueden ayudar a su estudio individual, así como servir de base a un seminario, a una jornada de estudios o a cualquier otro evento colectivo en que se quiera discutir el tema de la no-violencia activa.

El anexo 1 contiene extractos del Sermón de la Montaña. Es una fuente de valor permanente para los que inspiren su opción por la no-violencia activa en los valores cristianos. Ellos tienen su punto de partida en Jesús y, entre otros, en este texto fundamental.

El anexo 2 corresponde a textos extractados del capítulo tercero de "El hombre y el Estado" de Jacques Maritain, donde trata precisamente el problema de los medios, que es el ámbito donde se ha movido el estudio aquí presentado. Es un texto denso, lleno de matices y aspectos del mayor interés. Dada la influencia que Maritain ha tenido en Chile, parece justificarse su inclusión en esta sección.

El anexo 3 reproduce íntegramente el capítulo titulado "'La acción requiere estilo" de la obra "La política y el espíritu", de Eduardo Frei Montalva. Esta obra fundamental trata allí el mismo problema mencionado. Lo hace con hondura y fuerza, como fue todo lo que escribió e hizo Frei en su vida.

El anexo 4 muestra un documento relativamente reciente (1974) donde un grupo surgido en Francia, el Movimiento por una alternativa no-violenta, MAN, formula en forma sintética un esquema de no-violencia activa bastante preciso. Constituye, al igual que los anteriores, un elemento para suscitar la discusión, analizando lo que es aplicable en nuestro medio y lo que es producto del medio histórico donde fue formulado.

Finalmente, el anexo 5 pretende acercar al estudioso del tema a la realidad nacional más próxima. Circuló durante las protestas como tantos otros. Sirve básicamente de ejemplo y puede también ser útil para abrir debate en torno al tema y, más específicamente, en torno a la aplicación concreta de la no-violencia activa en Chile.

La elección de estos textos tiene mucho de arbitraria. Podrían haberse escogido otros. Sin embargo, ellos pueden prestar el servicio de estimular la profundización del estudio del tema aquí desarrollado.

ANEXO 1

EL SERMON DE LA MONTAÑA
(EXTRACTOS)


"Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la Tierra.

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.

Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para tirarla afuera y ser pisoteada por los hombres.

Vosotros sois la luz del mundo. No puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos." (Mt. 5, 1-16)

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"Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla, vete con él dos. A quien te pida, da; al que desee que le prestes algo, no le vuelvas la espalda.

Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como perfecto es vuestro Padre celestial." (Mt. 5, 38-48).
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"Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero.

Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo que no siembran ni cosechan ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Aprended de los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se pudo vestir como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana va a ser echada al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué nos vamos a vestir? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; y ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su inquietud." (Mt. 6, 24-34)

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"Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros." (Mt. 6. 12)

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"Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, embistieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina.

"Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedó asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas." (Mt. 7, 24-29)


ANEXO 2

EL PROBLEMA DE LOS MEDIOS
por JACOUES MARITAIN

(EXTRACTOS DEL TERCER CAPITULO DE "EL HOMBRE Y EL ESTADO")


El problema de los medios, a mi entender, es doble: primero, el problema de fines y medios; segundo, el del pueblo y el Estado, o sea, de los medios por los cuales el pueblo puede supervisar o fiscalizar al Estado.

I
Fines y medios

El problema de los fines y los medios es el problema básico de la filosofía política. Pese a las dificultades que importa, su solución resulta clara e inevitable en el campo filosófico; sin embargo, para aplicarlo en el terreno de la práctica, aquella solución exigida por la verdad exige a su vez del hombre un cierto heroísmo y lo precipita en la angustia y las penalidades.

(..........)

Como consecuencia, podemos decir que el fin del cuerpo político, implicando con ello, por lo menos, los pueblos donde el Cristianismo ha echado raíces, es una verdadera -aunque sin duda siempre imperfecta- materialización de los principios del Evangelio en la existencia terrenal y la conducta social.

Bien y de los medios ¿qué? ¿Pero no sabemos merced a un axioma tan universal como inviolable a un principio primario obvio que los medios deben ser proporcionados y adecuados a los fines puesto que son medios para alcanzar un fin y por así decirlo el fin en sí en el proceso de surgir a la vida? Por tanto el aplicar medios intrínsecamente malos para alcanzar un fin bueno es simple necedad o desatino.(...) Los hombres en general no dejan de reírse de este obvio y venerable axioma en su vida práctica, especialmente en lo que a la política se refiere. En este punto nos hallamos frente al problema de la racionalización de la vida política.

Resulta muy difícil para el animal racional someter su propia vida a la vara de medir de la razón. Es muy difícil en nuestras vidas individuales. Y es una terrible casi insuperable dificultad en la existencia del cuerpo político. Con respecto a la dirección racional de la vida colectiva y política, ciertamente nos hallamos todavía en una era prehistórica.

Hay dos caminos opuestos para entender la racionalización de la vida política. El más fácil -que desemboca en un mal fin- es el técnico o artístico. (Hablo en el sentido aristotélico, relativo al imperio y la virtud intelectual del Arte, en contradistinción de la Moral). El más fatigoso -pero constructivo y progresivo- es el moral. Racionalización técnica, merced a medios externos al hombre, contra racionalización moral, por medios que son el hombre mismo, su libertad y su virtud. Este es el drama que está enfrentando la historia.


II
La racionalización técnica de la vida política

En el alborear de la ciencia e historia modernas Maquiavelo, en su "Príncipe" nos ofreció una filosofía de la mera racionalización técnica de la política en otras palabras: elaboró un sistema racional sobre la forma en que los hombres se conducen más frecuentemente, al someter esa conducta a una mera forma artística y meras normas artísticas. Así, la buena política pasó a ser, por definición, no-moral y política, exitista: el arte de conquistar y mantener el poder por cualquier medio, incluso por medios buenos, si se presenta una oportunidad, siempre rara, con la única condición de que garantice el éxito.


(..........)

La ilusión propia del maquiavelismo es la del éxito inmediato. La duración de la vida de un hombre, o mejor, la duración de la actividad de un príncipe, circunscribe la extensión máxima de tiempo requerida para lo que yo llamo éxito inmediato. Ahora bien, éxito inmediato implica éxito para un hombre, y no para un Estado o nación, de acuerdo con la duración adecuada para las viscisitudes de uno u otra. Cuanto más temible parece la intensidad del poder del mal, más débiles en duración histórica son las mejoras internas y el vigor vital logrados por un Estado que utilice ese poder.

Cuanto más perfectas e implacables sean las técnicas de opresión, de espionaje mutuo universal, de trabajos forzados, deportaciones en masa y destrucción en masa, peculiares de los estados totalitarios, más difícil también resulta cualquier intento para cambiar o sojuzgar -desde afuera- a esos gigantescos robots maquiavélicos. Pero carecen de fuerza interior duradera; su enorme maquinaria de violencia constituye una prueba de su humana debilidad interna. El quebratamiento de la libertad y la conciencia humana es por sí mismo un proceso de autodestrucción del cuerpo político, porque engendra por doquier el temor y la inseguridad.


(..............)

Si es cierto que la política es algo intrínsecamente moral, la primera condición política de un buen político es la de ser justo. Y es cierto, al mismo tiempo, que la justicia y la virtud no conducen, como regla general, a los hombres al éxito en este mundo, dentro del corto término que va de la cuna a la tumba, y en el cual precisamente les importa el éxito. Pero la antinomia queda resuelta con respecto a las sociedades humanas, porque la consecución del bien común, con las condiciones de prosperidad material que entraña, no pueden ponerse en peligro ni ser destruídos por la observación de la justicia, si se toma en cuenta la duración histórica y si el efecto específico del empleo de la justicia se considera en sí aparte de los efectos de los demás factores en juego.


III

La racionalización moral de la vida política

(.................)

En este punto debe decirse algo de particular significación: la democracia es el único camino para obtener una racionalización moral de la política. Porque la democracia es una organización racional de las libertades fundadas en la ley.

Desde este punto de vista podemos apreciar la crítica importancia de la supervivencia y mejoramiento de la democracia para la evolución y el destino terrenal de la humanidad. Con la democracia ha iniciado la humanidad el único camino auténtico, o sea el de la racionalización moral de la vida política; en otros términos: el camino hacia la más elevada realización terrestre de que sea capaz el hombre en este mundo.

Las democracias llevan en un frágil buque la esperanza terrena, diría también la esperanza biológica, de la humanidad. Y desde luego, el buque es frágil. Por supuesto nos hallamos en los primeros pasos de este proceso. Desde luego hemos pagado y seguimos pagando excesivamente por los graves errores y las fallas morales. La democracia puede ser tosca, torpe, defectuosa. (...) Sin embargo, la democracia es el único camino por el que deben pasar las energías progresivas de la historia humana.

Por lo mismo, podemos también apreciar la responsabilidad que pesa sobre la democracia. Podemos advertir la importancia única, dramática, del problema del fin y los medios para la democracia. En el proceso de racionalización moral de la vida política los medios han de ser necesariamente morales. El fin, para la democracia, es tanto libertad como justicia. El empleo, por parte de la democracia, de medios básicamente incompatibles con la justicia y libertad constituiría en la misma medida un acto de autodestrucción.


(..............)

Como señaló Henri Bergson, el sentimiento y la filosofía democráticos tienen sus raíces en el Evangelio. Tratar de reducir la democracia a una tecnocracia, y expulsar de la misma la inspiración del Evangelio, junto con toda la fe en las realidades supramateriales, supramatemáticas y suprasensoriales, sería intentar privarla de su sangre misma. La democracia sólo puede subsistir con la inspiración del Evangelio. Sólo en virtud de la inspiración del Evangelio la democracia puede superar sus pruebas y tentaciones más horrendas. Sólo en virtud de la inspiración del Evangelio puede la democracia desarrollar progresivamente su importante tarea de racionalización moral de la vida política.


(............)

El temor a mancharnos por penetrar en el contexto de la historia no es virtud, sino una manera de escapar de la virtud. Algunos parecen creer que meter nuestras manos en este universo real y concreto de las cosas y relaciones humanas donde existe y circula el pecado es en sí un pacto con el pecado, como si éste se contrajera desde afuera y no desde adentro. Esto no es más que un purismo farisaico; no es la doctrina de la purificación de los medios.

Tal doctrina se refiere principalmente a la cuestión de la jerarquía de los medios, y descansa en el axioma de que el orden de los medios corresponde al de los fines. Exige que aquellos fines dignos del hombre se persigan por medios no menos dignos. Insiste primero y siempre sobre la voluntad positiva de poner en juego medios no sólo buenos en general, sino proporcionados a su fin, ostentando realmente la huella de su fin; medios en los cuales debe hallarse encarnada la justicia misma que pertenece a la esencia del bien común y a la santificación de la vida secular que impone su perfeccionamiento.

(............)

IV

Los medios de fiscalización del pueblo y del Estado

(En el Estado democrático) la fiscalización del Estado por parte del pueblo, incluso aunque el Estado trate de eludirla, se halla inscrita en los principios y armazón constitucional del cuerpo político. El pueblo dispone de medios regulares, estatuídos por la ley para ejercer su vigilancia. Elige periódicamente a sus representantes y directa o indirectamente, a sus funcionarios administrativos. No solamente el pueblo destituirá a éstos de sus cargos en los comicios siguientes a su elección si desaprueba su gestión, sino que a través de las asambleas de sus representantes fiscaliza, supervisa y presiona a su gobierno durante el tiempo en que éste ejerce el poder.


(..............)

En segundo lugar, el pueblo cuenta con los medios -aun cuando no los utilice directamente por sí- de expresar la opinión pública a través de la prensa, la radio y otros elementos, cuando son libres. (.......)

En tercer lugar, está la presión de los grupos sociales y otros medios no institucionales por cuyo conducto actúan sobre los organismos gubernamentales algunos fragmentos del cuerpo político.


(...............)

Finalmente, hay otro orden de medios, el cual apenas lo tiene en cuenta nuestra civilización occidental, que ofrece a la mente humana un campo infinito para el descubrimiento: el medio espiritual aplicado al reino de lo temporal, del que constituye un ejemplo notable el Satyagraha de Gandhi.

Como es sabido, Satyagraha significa "la fuerza de la verdad". Gandhi sostuvo invariablemente que la "fuerza del amor", del espíritu o de la verdad es un instrumento o medio de la acción política y social. "Paciencia -decía-, paciencia y sufrimiento voluntarios; la defensa de la verdad se logra, no infligiendo sufrimientos a nuestros adversarios, sino a nosotros mismos", siendo así "las armas de los más fuertes entre los fuertes".

En mi opinión, la teoría y técnica de Gandhi deberían relacionarse y aclararse con la noción tomista de que el principal acto de la virtud del fuerte no consiste en atacar, sino en soportar, aguantar y sufrir con constancia. Como consecuencia hay que, reconocer que son dos los medios de lucha (en el sentido más alto de la palabra), como hay dos clases de fortaleza y de valor: el valor del que ataca y el de quien resiste; la fuerza de la coerción o la agresión y la fuerza de la paciencia; la fuerza que ocasiona sufrimientos a los demás y la que soporta los propios sufrimientos. Ahí están las dos claves diferentes que revelan las dos caras de la naturaleza humana, pese a que ambos aspectos aparecen constantemente mezclados: oponerse al mal mediante el ataque y la coerción, camino éste que al fin conduce al derramamiento de la sangre ajena, si resulta necesario; y oponerse al mal por el sufrimiento y la tolerancia, sendero éste que conduce, en última instancia, al sacrificio de la propia vida. A este segundo aspecto corresponden los medios de la lucha espiritual.

Tales son los medios de la lucha espiritual, los que son peculiares del valor de soportar, correspondiente al acto principal de la virtud del fuerte, con lo cual se alcanza el privilegio de ser "el más fuerte entre los fuertes", como decía Gandhi. En un libro que escribí hace muchos años (Du régime temporel et de la liberté, París 1933) trataba de explicar cómo siendo los más difíciles, son al mismo tiempo, por su propia naturaleza, los medios más poderosos.

El propio Gandhi estaba convencido de que eran igualmente aplicables en Occidente como en Oriente. Su obra genial ha consistido en la organización sistemática de la paciencia y el sufrimiento voluntario como método especial o técnica de la actividad política. Sea siguiendo el método de Gandhi o algún otro todavía por descubrir, los hombres que conceden importancia a los valores espirituales han de inclinarse, quieran que no, hacia una solución de ese tipo. Yo creo que dichos medios de guerra espiritual serían especialmente adecuados para tres clases de lucha: primero, en la lucha de una nación dominada por otra, para obtener su libertad (que fue el caso de Gandhi); segundo, en la lucha del pueblo para conseguir o mantener el control sobre el Estado (...); tercero, en la lucha de los cristianos para transformar nuestra civilización haciéndola realmente cristiana, auténticamente inspirada en el Evangelio. (A este respecto quisiera decir que si los partidos de contenido cristiano, aparecidos en la escena política después de la segunda guerra mundial, hubieran tenido un sentido más profundo de lo que los hombres esperaban de ellos, dicho aspecto del problema de los medios, el descubrimiento de una nueva técnica afin a la de Gandhi, hubiera sido lo primero en ocupar sus pensamientos.)

Si volvemos al problema que nos ocupa veremos que tenemos razones suficientes para pensar, al menos así lo creo, que dado por una parte el crecimiento normal -que tan frecuentemente he mencionado- de los poderes del Estado y el papel que necesariamente desempeña en el logro de la justicia social y por otra parte la ilusoria idea absolutista de sí mismo y la sediciente soberanía de que está imbuído incluso en las democracias, que tiende a convertir su enorme maquinaria en opresiva e inhumana, los medios espirituales de la lucha política pueden proporcionor al pueblo un arma suprema para lograr o mantener el control no sólo de sus funcionarios gubernamentales, sino hasta de aquella misma maquinaria gigantesca. Porque aunque el puebio no pueda entender y supervisar todos sus complicados engranajes legales y administrativos, puede oponer a esa máquina la limpia fuerza humana de la paciencia y soportar el sufrimiento en defensa de sus aspiraciones justas e inflexibles.



V

El problema de los medios en una sociedad
regresiva o bárbara

Ya hemos examinado el problema de las armas populares con respecto al Estado en una sociedad democrática. Pero debe plantearse la misma cuestión, ¡y cuanto antes!, con respecto al estado totalitario. Por su misma naturaleza, el Estado totalitario suprime cualquier medio encaminado a controlarlo o fiscalizarlo. No sólo priva al pueblo de todo medio legal o institucional para supervisarlo y vigilarlo realmente -el totalitarismo es "paternalista"; para él, el pueblo es un conjunto de niños que ignoran lo que les conviene, y corresponde al Estado hacerlos felices-, sino incluso de los instrumentos que he calificado de medios de crecimiento orgánico, por cuanto se hallan totalmente en manos del Estado, y también los temporales, o medios de carne y sangre en la guerra política. En cuanto a los medios espirituales de la guerra política quedan, generalmente, reducidos a la nada por el simple y puro aniquilamiento de aquellos hombres capaces de utilizarlos. En realidad, los éxitos de Gandhi fueron posibles solamente merced a la relativa libertad otorgada por la administración británica a sus colonias, tanto en virtud de una vieja tradición aristocrático-liberal cuanto por una creencia errónea y cínica -como justamente se ha hecho notar- sobre la posibilidad de utilizar a Gandhi. El destino a que la lógica interna del Estado totalitario conduce no es la revolución que finalmente le entrega el control al pueblo, sino la desintegración final por la lenta putrefacción de la conciencia humana.

Todo esto es cierto, pero no esclarece el problema de los medios, sino que lo convierte en más grave y trágico. Con el fin de plantearlo en los términos más extremos y evidentes quisiera examinar por un momento el caso más perfecto de regresión política, o sea, la vida en un campo de concentración -lo que ha sido calificado de universo concentracionario-. Porque Buchenwald, por ejemplo no fue sólo un matadero humano, sino una sociedad, una sociedad de pesadilla, en la cual la conquista del poder era un problema de vida o muerte, como lo demostró la implacable lucha entre los verdes y los rojos, o sea, entre los presos por delitos comunes y los presos políticos.

Un hombre obligado a vivir en un universo concentracionario puede optar por dos actividades opuestas, la primera discutible, y sencillamente mala la segunda. 0 bien se niega a realizar cualquier actividad "política", porque los medios a utilizarse -espionaje, delación, fraude, traición, cooperación con los opresores o torturadores,para no hablar de las crueldades a realizar contra sus compañeros y el homicidio directo o indirecto- son incompatibles con la ley moral: o, por el contrario, puede dejar a un lado la ley moral y aceptar cualquier tipo de medios pútridos con el fin de eliminar a la peor especie de torturadores, para salvar, al menos, a cierto número de personas elegidas o para establecer las bases de una insurrección final. La primera actitud implica verse abocado a "una catástrofe política" y los únicos medios que quedan a su alcance son las actividades evangélicas de autopurificación, autosacrificio y amor fraternal. No niego que tal posición es justificable, al menos con respecto a las posibilidades de la más elevada vocación de ciertos individuos. Creo, sin embargo, que incluso en un universo concentracionario no es posible que un hombre, en general, renuncie a cualquier tipo de actividad política.

La segunda posición implica que el fin justifica los medios y que Dios no existe.


(.............)

Entonces, si la primera actitud no es aconsejable como norma práctica y la segunda es mala en sí, ¿cuál es la solución? La solución nos obliga a enfrentar un dificilísimo problema de la vida moral y aquella lamentable ley a que me he referido, según la cual la aplicación de las reglas morales inmutables en sí adquiere formas más y más inferiores a medida que el ambiente social desciende o se degrada. Jamás se ha de renunciar a la ley moral: es menester, aferrarse a ella con mayor fuerza a medida que el ambiente social o político se torna más criminal o pervertido. Pero la naturaleza moral o especificación, el objeto moral de los actos físicos en sí, cambia cuando la situación a la cual pertenecen se vuelve tan distinta que la íntima relación de la voluntad con la cosa determinada se convierte en típicamente diferente. Por ejemplo, en nuestra civilizada sociedad no constituye un asesinato, sino una hazaña meritoria, dar muerte a un soldado enemigo durante la guerra justa. En las sociedades totalmente bestializadas, como lo es un campo de concentración, o incluso en situaciones particulares de la existencia, como en el caso de la resistencia clandestina en un país ocupado, muchas cosas que son objetivamente y atendiendo a su naturaleza moral, defraudaci6n o asesinato o perfidia en la vida civilizada ordinaria, se transforman en actos éticos y objetivamente permisibles sin que haya cambiado su definición. Pero hay, siempre sigue habiendo buenas y malas acciones; no está permitido cualquier medio, todos los medios; sigue siendo cierto que el fin no justifica los medios. Los principios morales se mantienen y seguirán manteniéndose siempre para separar a los medios buenos de los medios malos: lo que ha cambiado, únicamente, en los casos a que nos referimos, es la línea demarcatoria. La conciencia es el árbitro para la aplicación de los principios, que no las normas abstractas instaladas en un cielo platónico, ni un diccionario jurídico. En la situación expuesta el hombre no tiene a mano ningún código con que ayudarse: está en una noche oscura y llena de trampas en la que para discernir en cada caso concreto el juicio moral acertado deberá elevar su conciencia personal, su razón y su virtud moral.

En la resistencia europea, durante la segunda guerra mundial, los numerosos conventos que se convirtieron en fábricas de documentos falsos constituyeron a todas luces un fraude físico, mas no moral. En Buchenwald, no sólo quienes creían que el fin justifica los medios, sino también los cristianos como Eugéne Kogon y sus amigos emprendieron, con bastante éxito, una actividad clandestina para eludir la feroz disciplina de sus carceleros. Y en tales tareas clandestinas una conciencia justa, conocedora de la ley moral, tenía que separar lo permisible de lo no tolerable y ello en situaciones absolutamente inconcebibles para la vida civilizada.

Concluyamos pues, que estas mismas consideraciones se aplican a los medios políticos utilizables en una sociedad barbarizada y completamente regresiva. Incluso si fueran discutibles con respecto a las situaciones inherentes a la vida civilizada, seguirían siempre sujetas a los principios de la ley moral y al juicio de la conciencia iluminada por las virtudes morales.

Los moralistas son gentes desdichadas. Cuando insisten en la inmutabilidad de los principios morales se les reprocha el imponernos exigencies insoportables. Y cuando explican la forma de llevar a la práctica dichos principios inmutables, se les acusa de convertir a la moral en algo relativo. No obstante, en ambos casos, sólo están defendiendo las aspiraciones de la razón a dirigir la vida humana.

La peor tentación para la humanidad, en las épocas de noche oscura y perturbación universal, es renunciar a la Razón Moral. Jamás hay que abdicar de la razón. La tarea de la ética es humilde, pero también magnánima al llevar en sí las aplicaciones mutables de los inmutables principios morales, incluso en medio de las agonías de un mundo infeliz, en tanto quede en él un destello de humanidad.


ANEXO 3

LA ACCION REQUIERE ESTILO
por EDUARDO FREI MONTALVA

(REPRODUCIDO DE SU OBRA "LA POLITICA Y EL ESPIRITU", SANTIAGO DE CHILE 1946.)

Para realizar esta nueva tarea humana y renovadora, se debe comenzar por aquellos desprendimientos que limpian e imponen un nuevo espíritu a través de actos diferenciadores.

El rasgo inicial que definirá esta acción ha de ser su permanente actitud moral contra el odio. El odio es hoy la gran palanca que mueve las mayores fuerzas sociales. El marxismo es una doctrina que alimenta, desarrolla y, en cierto modo, sistematiza científicamente el odio entre las clases sociales. Los nacionalismos que lo han combatido, a su vez, lo han imitado, incrementando el odio entre las naciones y el odio contra sus enemigos políticos.

Para quienes piensan que sólo el espíritu podría reintegrar a los hombres en un orden justo, que signifique paz, el odio es el peor instrumento.

No se puede creer ya que los medios no condicionan el fin y toda filosofía política o histórica que use instrumentos inhumanos conduce a estados sociales contrarios al verdadero y racional interés del hombre.

Los hay que, aun declarándose cristianos, tienen mayor facilidad para ver enemigos que posibles hermanos equivocados o en desgracia, y, con la misma lógica de los marxistas que esperan la Dictadura del Proletariado, buscan el dictador que los defienda. En el fondo, unos y otros creen en la fuerza, y los que desconfían en la acción de los valores espirituales y en los métodos que éstos exigen, carecen de fe en su propia doctrina.

No se puede pensar en un orden fundado en estos principios y, al mismo tiempo, en la actividad práctica estar siempre usando métodos contrarios a la esencia de los mismos principios, porque ésa es la mejor prueba en contra de éstos.

Una doctrina que se dice profesar, pero de la cual se desconfía en su realización inmediata, no sirve. Si se estima que la paz no puede alcanzarse por medios pacifícos; si se dice que la libertad es inaplicable por el momento, esa paz y esa libertad son una utopía.

Si se profesa una doctrina según la cual los hombres son hermanos y se redimen por la caridad; si se afirma que es ella la que ha de salvar a los hombres de su ruina, hay que aplicarla usando métodos proporcionados y desde el momento en que se apela a la violencia, al fraude o a la injusticia, no se la puede seguir defendiendo.

Con frecuencia, en el terreno político, se declara que la verdad no debe decirse porque es inoportuna y, en cambio, se tolera una mentira que da armas contra el adversario. En esto, precisamente, consiste el maquiavelismo que ha dominado todas las modernas concepciones paganas y materialistas de la historia.

Es justamente lo que ha hecho el viejo político de alta escuela y lo que han perfeccionado los regímenes totalitarios. Quien lo imite caerá en su esfera. La verdad, para ser defendida, exige que se la sirva con la verdad, aunque ello produzca enorme escándalo entre los diversos tipos de maquiavelos o fariseos y será lo único que despeje esta enorme confusión y vaya creando una nueva conciencia. La verdad debe decirse aunque momentáneamente perjudique, aunque dé armas al adversario, aunque por ella clamen voces de una falsa prudencia. Sólo la verdad nos hará realmente libres y será la que produzca las distinciones necesarias y clarifique este inmenso matraz donde sólo bullen intereses, pasiones y mitos.

Esta debe ser la norma: emplear los medios adecuados al fin. porque ambos se condicionan. La verdad jamás será defendida con la mentira, aunque esa mentira consista en el silencio; la paz nunca será conquistada por la violencia; así como la justicia y la libertad jamás se han logrado por el odio o por la tiranía.

Todo esto podría parecer algo tan simple que carecería de importancia. Sin embargo, no es así. Las "tácticas" aconsejan hoy otra cosa y la inmensa mayoría llama ingenuos a los que pretenden decir siempre la verdad y se burla de los pacíficos, calificándolos de cobardes, cuando el único verdadero valor consiste en desafiar el demonio del éxito que parece justificarlo todo y preparar en la oscuridad, sufriendo la murmuración y a veces el desprecio, el advenimiento de la nueva era.

En nuestra época, quien está en contra de todo este sistema de ideas es llamado "hábil" y se sienta entre los triunfadores. Pero, también, jamás la conciencia moral había estado más oscurecida y los que han llevado esta tesis hasta sus más extremas consecuencias, como son los comunistas y totalitarios, llegan ya a confundir hasta las nociones elementales de bien y de mal, que siempre los hombres habían distinguido. Es común oír cuando se expone la filosofía cristiana y se quiere proceder con rectitud inflexible, que eso es muy bello, pero imposible. Con el mismo criterio, hace cuarenta o cincuenta años, esa falsa prudencia ocultó la verdadera doctrina sobre sindicatos y salarios y hoy, con justa razón, los sindicatos se han organizado sin considerar el pensamiento de esos "prudentes" que guardaron sabio y discreto silencio y que por ello mismo hicieron estéril toda su acción.

No se cambiará el fundamento del actual orden si no se revolucionan los métodos, y la realidad es que hasta ahora son escasos los que han seguido el camino de decir la verdad toda entera, sin temer sus repercusiones, que a veces hieren.

Y la verdad es contraria, por esencia, al odio. Si no se cambia en este aspecto, nada se habrá cambiado y se continuará, quizás si en menor escala y por lo mismo con menor efecto y hasta con menos grandeza, el mismo camino del marxismo y del fascismo.

Los que quieren hacer esta revolución humana deben buscar su instrumental de acción en las vías de la comprensión y del entendimiento. Esto no implica debilidad, y, por el contrario, significa la más fría resolución y la mejor fortaleza, porque los que tomen este camino operarán en un terreno nuevo, que tiene menos efecto aparente y la ausencia de aquel brillo falsamente heroico de los que abusan de la fuerza y el engaño. No se debe confundir este espíritu de fraternidad con las debilidades de la complacencia o de la falta de autoridad, y su primera condición ha de ser mandar con serenidad y energía; él debe alejarse de esa máxima, profundamente trastornadora de todo orden posible, de que "el fin justifica los medios", porque los medios terminan por crear y justificar siempre el fin que persiguen.

Es doloroso pensar que muchos de aquellos que pretenden estar con el Evangelio se inclinan siempre a ver la salud en un dictador, tal como sus adversaries lo ven en el que ellos exigen. Se escandalizan si en un momento se reconoce algo bueno en los enemigos y siempre están dispuestos a aplastar a los que piensan en forma equivocada y no acercarse con espíritu abierto para ver las causas de los males y el eco de justicia que hay en sus clamores.

Los nuevos objetivos exigen nuevos caminos y esta actitud moral contra el odio ha de despreciar todo elemento que lo alimente o lo excite.

Es en esta forma como hay que llegar a las masas, porque es allí donde se va a plantear el gran debate del cual depende todo el futuro, ya que en esto reside otro de los planos fundamentales de este tipo de acción. El acontecimiento más significativo del mundo moderno es la entrada de las masas en la historia. Ya no se caracteriza nuestra época por un grupo humano reducido, sino que tienen primera importancia las exigencias, la sensibilidad y las aspiraciones de la muchedumbre. Es allí donde se debe ir y no quedarse en una posición, más o menos estática, de sutiles equilibrios del pensamiento.

Maritain escribía en su "Carta sobre la Independencia": "Si los cristianos no acuden a plantear el debate ante las masas, ¿quiénes otros lo harán? ¿Quién escuchará si no habla nadie? Si los cristianos se niegan a hablar allí donde tienen una mínima probabilidad de ser oídos, ¿cómo va a ser nunca escuchada su voz? ¿Cómo los hombres separados de nosotros por murallas de prejuicios seculares tendrán en cuenta nuestra fe, si, en vez de hacer honor a sus almas, a sus aspiraciones, a sus inquietudes espirituales, permanecemos atrincherados en no sé qué aislamiento farisaico?"

Esto no implica, por cierto, y lo hemos distinguido claramente, ese culto por la masa que, en su forma demagógica, conduce a lo subhumano y al reino del instinto. Por el contrario. Hay que ir a plantear allí estos conceptos porque de otra manera la masa será envilecida por los materialismos que explotan precisamente lo que hay en ella de inferior, y la única oportunidad que le resta de una verdadera redención es que se le presente la posibilidad de un orden en que encuentre la personalidad y la libertad, no de la clase absorbiendo al hombre para el aplastamiento de otra clase, sino del hombre transmitiendo a la clase su dignidad propia.

Pero llegar a la masa para decir algo distinto en una forma también distinta. No para ofrecer paliativos de un reformismo sin calor, al cual nunca podrá adherir sinceramente. Mucho menos para hacer una carrera de ofrecimientos con las fuerzas marxistas que la dominan.

Las ideas requieren su estilo propio y sólo así son eficaces. Por eso, al plantear este debate, habrá que seguir este nuevo camino, y es en esa inmensa reserva humana de los que sufren y viven en la oscuridad donde podrá comenzar a fermentar la esperanza, fundada en el espíritu, y será posible que surja la nueva estructura social, porque no se trata de ir a predicar sólo una filosofía, sino de crear un régimen.

Hay ciertos conformistas que desearían se hablara a las masas sólo de moral y ponen el rótulo de "socialistas" a todos los que piden reformas. Esa moral no sirve ni puede convencer, porque en la práctica favorece la injusticia. La reforma interior está condicionada por las formas externas y deben buscarse en un esfuerzo simultáneo.

Es éste el nuevo estilo, adecuado a la tarea que espera.

ANEXO 4

MANIFIESTO POR UNA ALTERNATIVA NO-VIOLENTA


I

La existencia de la violencia en el mundo nos hace tomar conciencia de que "la verdadera vida está ausente" y que la voluntad de "cambiar el mundo y la vida" nos compromete en el dinamismo de la no-violencia. La no-violencia, al liberarnos de la totalidad de la violencia que parece pesar sobre el hombre y sobre la historia, alimenta entonces una nueva esperanza, una nueva felicidad, una nueva cultura.


II

La violencia no es siempre obra de la maldad y de la mala voluntad. Ella cumple a menudo en nuestra sociedad funciones necesarias, cuando defiende la libertad o combate por la justicia. Tampoco se trata tanto de condenar la violencia como de buscar una alternative a la violencia. La no-violencia nose define así por el solo rechazo a los medios violentos: ella implica la búsqueda y la ejecución de métodos y de técnicas de una real eficacia.


III

El compromiso con la no-violencia nos obliga a poner al descubierto los mecanismos que engendran la miseria, la opresión, la revuelta y la violencia. No nos está permitido condenar paralelamente "todas las violencias, cualesquiera que sean y de dondequiera que vengan". No debemos colocar al mismo nivel la violencia de los ricos y la de los poderosos, que se esfuerzan por mantener su dominación y defender el desorden establecido, y la violencia de los oprimidos que se esfuerzan por conquistar su dignidad y su libertad.

Si frente a la injusticia la opción no fuese sino entre la resistencia violenta y la colaboraci6n resignada, entonces más valdría escoger la primera. Aquellos que han elegido esa vía, tomando sobre sí mismos los mayores riesgos, merecen nuestro respeto y nuestra solidaridad.


IV

El combate no-violento implica una atención particular a la dimensión política de los acontecimientos. Exige:

- Una información permanente.

- Un análisis político y económico riguroso.

- Un proyecto político.

- La elaboración y ejecución de una estrategia.

La no-violencia no debe reducirse a la contestación; ella también debe elaborar la gestación de la nueva sociedad que va a edificar, mediante la realizaci6n de un programa constructivo.

V

La acción no-violenta pretende agotar los medios de persuasión, pero no se limita a ellos. Llegado el momento, ella no vacila en recurrir a medios de presión y apremio, que tiendan, a hacer ceder al adversario y poner fin a la injusticia. Ella consiste, entonces, en la puesta en marcha de una fuerza capaz de ofrecer las mayores posibilidades al amor y a la verdad. Para no contradecirse, la no-violencia exige:

- Un acuerdo profundo entre los medios utilizados y el fin perseguido.

- Una visión de reconciliación y de justicia, no de venganza o de aplastamiento.

- La renuncia a toda palabra o a todo acto que encierre al adversario en su propio violencia y le ofrezca un pretexto para venir a justificarla.


VI

El principio esencial de la estrategia de la acción no-violenta es el de la no-cooperaci6n. Se funda en el análisis siguiente: la fuerza de las injusticias en una sociedad proviene de aquellos que se benefician de la cooperación de la mayoría de los miembros de esa sociedad. Mediante la organización de acciones colectivas esta estrategia no apunta a la toma del poder para el pueblo, sino a su ejercicio por el pueblo.

La no-violencia nos conduce entonces a acciones de ruptura con el desorden establecido, pudiendo llegar hasta la desobediencia civil cuando las posibilidades ofrecidas por la ley han sido agotadas sin éxito.

VII

La no-violencia no asume, ni al nivel del análisis ni al de su proyecto, las afirmaciones abusivamente simplificadoras del pacifismo y del antimilitarismo. Más aún, en vez de multiplicar las condenaciones, cuya inoperancia nos ha enseñado la experiencia, la no-violencia se esfuerza por buscar los medios de una defensa civil no-violenta que pueda permitirle a la población organizar una verdadera resistencia en caso de agresión.

Dentro de esta perspectiva, la no-violencia nos lleva a preconizar la objeción de conciencia frente a la guerra y su preparación. Esto implica principaimente el rechazo del servicio militar y su reemplazo por un servicio civil que sea ocasión de una búsqueda teórica y práctica de métodos de acci6n no-violenta, capaces de promover la justicia social y de garantizar la seguridad de las comunidades.


VIII

La no-violencia nos lleva a compartir el análisis y la búsqueda de aquellos que denuncian, a la vez, la incapacidad del capitalismo para organizar la sociedad según las exigencies de la justicia y la incapacidad del socialismo estatal de organizarla según las exigencies de la libertad. La no-violencia, por el dinamismo propio de su espíritu y de sus métodos, nos mueve a promover un "socialismo con rostro humano" fundado en la co-responsabilidad y en la autogestión.

Dentro de esa perspectiva estamos obligados a condenar los aspectos alienantes del ciclo "producción-consumo", característico de las sociedades industriales avanzadas. Ella implica una reorientación de las necesidades, inseparables de la búsqueda de una mejor calidad de vida.


IX

La libertad, la igualdad y la fraternidad exigen, para encarnarse en la sociedad, al mismo tiempo, de una revoluci6n de las estructuras y de una transformación de las mentalidades y de los comportamientos personales, abiertos al redescubrimiento de un sentido comunitario. Esta revolución y esta transformación deben conjugarse en un movimiento dialéctico; no debemos esperar la realización de una para comenzar la otra. Construyendo al interior mismo del conflicto la matriz de ambas, el respeto del otro y el sentido de la responsabilidad, la acción no-violenta permite desarrollar la una y la otra a la vez.

X

Debemos resistir la tentaci6n de hablar hoy de la revolución de los otros sin comprometernos a nosotros mismos. Todos los problemas deben ser abordados en los aspectos donde nuestra responsabilidad se encuentra directamente comprometida. Es a ese nivel que nosotros podemos y, en consecuencia, debemos actuar.

Aquellos que han escogido la no-violencia no se van a aislar en su búsqueda de la justicia y de la paz. Ellos están ya comprometidos en los diversos movimientos y las diversas organizaciones que ya trabajan en ese sentido, haciendo valer los bien fundamentados métodos de la acción no-violenta. No obstante, ellos también se reagrupan para profundizar las exigencias y las posibilidades de la no-violencia y para tomar desde ahora la iniciativa de acciones no-violentas en las que pueda participar el mayor número posible.

La reflexión sobre la no-violencia y la acción que ella preconiza, deberían reunir para un mismo combate y un mismo debate a todos aquellos que, viniendo de horizontes filosóficos y religiosos diversos, tengan igualmente hambre y sed de una verdadera justicia.



(Documento aprobado en Poitiers, en noviembre de 1974, por el Movimiento por una alternativa no-violenta, MAN, que aglutina a diversos grupos por la no-violencia de Francia.)



ANEXO 5

DECALOGO DE LA NO-VIOLENCIA

Para asegurar el éxito de nuestras luchas por la democracia y los derechos humanos que estamos desarrollando a través de las protestas pacíficas y de otras acciones no-violentas, debemos sujetarnos con disciplina a las siguientes normas:

1.- Aunque a veces cueste y, por las provocaciones, resulte difícil de cumplir, la regla principal es: DEBEMOS ABSTENERNOS DE RECURRIR A LA VIOLENCIA.

Evitemos destruir bienes públicos o privados y causar daño a las personas. No es éste el objetivo de nuestra lucha. En la no-violencia de nuestras acciones está la llave del éxito de nuestros esfuerzos, puesto que nos negamos a caer dentro de la lógica en que pretende legitimarse la represión. Es en este terreno -y sólo en éste- donde tenemos ventajas claras sobre el régimen que nos oprime.

2.- Conservemos siempre la calma, evitando toda precipitación en nuestras acciones.

Es preferible usar unos minutos para planificar bien lo que vamos a hacer y asegurar así lo más posible su éxito, que perder todo lo avanzado en un minuto, ser aplastados y quedar derrotados.

3.- Juntemos nuestros esfuerzos a los de otros, coordinémonos con ellos y sintámonos participando en lo que este combate no-violento por la democracia es: una tarea de todo el pueblo.

Nunca actuemos solos, aisladamente. Si lo hacemos, seremos vencidos. Si nos salvamos de ser destruídos, quedaremos con toda seguridad frustrados, desmoralizados y anulados para continuar la lucha hasta la obtención de sus objetivos.

4.- Tengamos paciencia aunque no veamos resultados inmediatos.

El régimen negará hasta el final su fracaso y se resistirá a salir de escena para dar paso a la democracia. Sólo nuestra persistencia, unida a la de la inmensa mayoría de los chilenos, logrará conseguir las metas buscadas. La lucha podrá parecernos larga, pero lo sería más si la abandonáramos cayendo en la pasividad o en la violencia.

5.- Rechacemos toda provocación.

El régimen, junto con usar la represión, recurre a tretas o trampas para arrastrarnos a su campo de batalla: el terreno de la violencia. No le hagamos el juego.

6.- Dominemos nuestro miedo.

Tener miedo es normal. No nos avergoncemos si lo experimentamos, pues se trata de un sentimiento natural que no nos disminuye. Lo importante es que encontremos siempre un modo de protestar o de actuar, por modesto que sea. Poco a poco, con la ayuda de nuestro grupo de acción, iremos venciendo el temor y podremos actuar con más fuerza. Recordemos siempre que el régimen se ha sostenido -y sigue afirmándose- gracias a nuestro miedo. Al vencerlo o controlarlo le estaremos quitando una parte importante de su base de sustentación.

7.- Hagamos en nuestro grupo, después de cada acción no-violenta llevada a cabo, un cuidadoso y honesto balance.

No nos desanimemos por los errores cometidos. Identifiquémoslos y tomemos medidas para no repetirlos en la jornada siguiente. Confrontemos nuestro balance con el de otros grupos a fin de mejorar constantemente la calidad de la acción de todo el conjunto.

8.- Mantengámonos fieles al objetivo central de la lucha: poner fin a la dictadura y construir la democracia.

Alejemos de nosotros cualquier fin secundario. No busquemos, por ejemplo, venganzas personales ni alentemos el odio. Alcanzada la meta, todo -inciuyendo la justicia- será una tarea nueva.

9.- Utilicemos siempre la razón, la verdad y nuestro propio sacrificio.

Son fuerzas indestructibles, las únicas armas que nadie puede arrebatarnos.

10.- Rompamos el bloqueo informativo y denunciemos las mentiras gubernamentales.

Difundamos este decálogo y todos los comunicados acerca de nuestras acciones de lucha. Usemos medios simples a nuestro alcance: nuestra palabra, cartas tipo "cadenas", el teléfono, fotocopias y todos los que nuestra imaginación pueda crear. No le creamos, mientras no cambien, a la TV y a los diarios que distorsionan y ocultan la verdad.

(Documento circulado durante los movimientos de protesta llevados a cabo en Chile en el año 1983.)

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