El tema tratado en este trabajo, tiene obviamente un interés muy grande para la situación que vive Chile. Mi búsqueda personal en esta materia ha estado íntegramente determinada por ella, especialmente a partir del 11 de septiembre de 1973, fecha del golpe de Estado militar y de la instauración de un régimen de dictadura que ya ha cumplido los diez años. Escribiendo en 1981 mi primer intento de sistematizar algunas ideas sobre la no-violencia activa, traté de caracterizar en muy pocas líneas la situación chilena acudiendo al testimonio de Eduardo Frei y Patricio Aylwin, quienes daban cuenta de lo esencial de la realidad de ese momento. Releyéndolas hoy, me veo obligado a citarlas íntegramente, porque, a pesar del tiempo pasado desde entonces, conservan en lo sustancial una total vigencia:
La caracterización de la situación chilena actual está determinada por el marco económico-social, institucional y político impuesto por el gobierno militar. Tres afirmaciones contenidas en el discurso del ex Presidente Frei en Viña del Mar (24 de agosto de 1979) bastan para definir sus rasgos centrales:
1) El modelo económico-social que hoy se aplica "concentra la riqueza en unos pocos y pauperiza a las grandes mayorías, mantiene tasas insoportables de cesantía, una muy baja tasa de inversión".
2) "Las leyes, decretos y proyectos que hasta ahora conocemos, tanto en el plano constitucional como en el laboral, están inspirados en una idea básica: crear todos los mecanismos defensivos para que el pueblo no pueda realmente expresarse".
3) "Los que detentan el poder ni quieren ni desean la apertura. Sólo quieren imponer sus planteamientos y aplastar toda disidencia, y aprovechan hasta las más solemnes ocasiones para dar expresión a su rencor".
Este cuadro, descrito en pocas, pero sugerentes pinceladas, es el que ha llevado a don Patricio Aylwin a concluir en una entrevista que "está claro que el actual régimen es una dictadura de la alianza entre grupos financieros y altos mandos de las Fuerzas Armadas". ("Hoy", Nº 125, p. 15).
Como puede apreciarse, desde el punto de vista de la realidad criticada, lo esencial permanece en pie, mientras que los rasgos negativos se han agravado a extremos muy agudos. En efecto, la situación de los más pobres es mucho peor, derivada ahora del colapso del modelo de Chicago, a la vez que, políticamente, el régimen le puso al país la "camisa de fuerza" de su Constitución, aprobada en 1980 mediante un plebiscito que no cumplió los requisitos elementales que ponía la Iglesia Católica para poder decir después que su resultado debía ser acatado por toda la población. Todas las fuerzas opositoras, después de llevado a cabo, lo calificaron de "fraude". En suma, la gran crisis nacional se ha agudizado desde que Frei y Aylwin hicieron las observaciones críticas arriba citadas.
En el campo opositor, en cambio, se han producido novedades importantes, todas en la direcci6n de una gran actividad y creciente presencia, tanto en lo social, que ha estado a la cabeza, como en lo político, que ha entrado en un acelerado proceso de organización y reordenamiento.
El debate sobre los métodos de lucha
Para el presente trabajo el interés de este capítulo se centra en el debate que se ha producido en el área opositora en torno al tema de los métodos políticos. Esta sigue siendo en Chile "una cuestión disputada" y lo peor sería rehuir su estudio.
La posición del PC
La posición de los comunistas chilenos tiene al respecto un peso indudable y merece una consideración detenida. Son ellos los que le dieron dinamismo al debate y, en la práctica, lo volvieron a abrir. Todo comenzó en Moscú el 3 de septiembre de 1980, cuando faltaban ocho días para que se celebrara el plebiscito del general Pinochet. El secretario general del PC chileno, Luis Corvalán, leyó un discurso que contenía, en dos de sus partes, una referencia explícita a los medios de acción. La fecha es importante, porque pone de relieve que lo expuesto había sido discutido y decidido sin esperar los resultados del plebiscito. La actitud de toda la oposición frente a dicho evento, incluída la del PC, no tenía importancia, ni daría pautas futuras de acción. Antes que se hiciera el balance del mes (11 de agosto al 11 de septiembre de 1980) en que la oposición entera había alcanzado su mayor grado de movilización y unidad de acción en los últimos siete años, el PC ya había definido lo que iba a hacer en el futuro. No hay que olvidar esta circunstancia si se quiere conocer la historia fidedigna de este hecho político.
Dijo en Moscú Luis Corvalán:
"... no rechazamos a priori alguna posibilidad, si la hubiera, de una salida pacífica. Pero es el fascismo el que cierra esas posibilidades y empuja al pueblo a recurrir a todos los medios a su alcance, a todas las formas de combate que lo ayuden, incluso de violencia aguda, para defender su derecho al pan, a la libertad y a la vida."
Y agregó más adelante:
"Se hacen humo las ilusiones respecto a una presunta liberalización del régimen. Se cierran los caminos para la evolución gradual con que algunos han soñado. En estas circunstancias no tenemos dudas de que el pueblo de Chile sabrá encontrar el modo de sacudirse del yugo de la tiranía. Las masas irrumpirán de una u otra manera hasta echar abajo el fascismo. Pinochet no sabrá mantenerse en el poder por el tiempo que pretende. El derecho del pueblo a la rebelión pasa a ser cada vez más indiscutible."
No cabía duda: aquí se estaba ante una definición política de la mayor importancia.
Dos meses y medio después, cuando ya se habían producido las primeras reacciones críticas al discurso de Corvalán, éste volvió a tomar la palabra, esta vez en Estocolmo, Suecia, para referirse al tema. Su tono fue más polémico. Sus palabras sobre el punto, dichas el 18 de noviembre de 1980, fueron:
"Ningún demócrata debería objetar por principio la violencia. Tanto menos aquellos que en un momento determinado apoyaron la peor de todas, la única inaceptable, la violencia contra el pueblo.
"En nuestra política no hay ruptura ni bandazos. No hay cambios de línea, sino permanente desarrollo y enriquecimiento de la misma.
"Cuando no bastan las razones o éstas no se escuchan, hay que recurrir a la fuerza. El derecho a rebelión es, por decirlo así, un derecho sagrado. No es un invento de los comunistas. Hace ya dos siglos que fue incorporado a la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Lo reconoce la encíclica Populorum Progressio frente a las tiranías.
"Los comunistas no buscamos la violencia por la violencia ni queremos hacer de nuestro país un escenario de terror. Al contrario. Queremos terminar con el terror y crear un nuevo orden basado en la justicia social. Para ello propiciamos la unidad y el combate de las masas y el empleo de las más diversas formas de lucha, incluso de violencia revolucionaria ejercida de manera consciente y responsable. Por eso rechazamos las conductas que llevan agua al molino del enemigo y valoramos, en cambio, aquellas que favorecen la causa popular."
Desde que se hicieron estas declaraciones han pasado algo más de tres años. El debate ha sido amplio y han participado en él, tomando posiciones, todas las fuerzas opositoras. Resulta importante ver si el PC ha corregido sus posturas o mantiene las mismas.
El 22 de septiembre de 1983, en carta del PC al Presidente de la DC, Gabriel Vaidés, se expresa:
"Apoyamos toda acción pacífica, de no-violencia activa que sea un aporte a la lucha contra el régimen autoritario. Más aún, estamos dispuestos a participar en cualquier acción efectiva de no-violencia activa, en conjunto con todas las fuerzas opositoras. Al mismo tiempo, apoyamos todas las formas de lucha que ayuden al desarrollo del movimiento democrático de masas. Consideramos también que el terrorismo y la violencia provienen del régimen establecido y que el pueblo tiene el legítimo derecho a defenderse y a responder con todo lo que tiene a mano cuando las fuerzas represivas arremeten contra él con balas, tanquetas y perros amaestrados."
Vinculado a lo mismo, en una declaración pública del PC dada a conocer en noviembre de 1983, se lee:
"El derecho a la rebelión reivindicado por el PC se viene haciendo carne en las masas que combaten con múltiples formas y con todo lo que tienen a su alcance."
Y en otra declaración un poco anterior (fines de octubre de 1983) el PC procura exponer su posición completa frente al punto, quejándose de críticas que padecerían de reduccionismo, pues sólo fijarían su atención en un aspecto de su conducta y no en su totalidad. Ese texto, aunque algo extenso, merece citarse íntegramente. Dice el PC:
"Los comunistas nunca hemos planteado como fundamento y centro de una táctica la salida militar. Nuestra política definida como la Rebelión Popular se basa en la necesidad imperiosa de que el pueblo adopte todas las formas de lucha para terminar con la dictadura. Esto es mucho más que un militarismo vanguardista. Es antes que nada, desarrollar una política de masas, unitaria, que vaya cada día sumando fuerzas capaces de solucionar la grave crisis que enfrentamos. En estos términos, todas las iniciativas populares organizadas y serias son las que le dan contenido a la Rebelión Popular, llámense éstas protestas, paros, manifestaciones callejeras, mitines en poblaciones y centros de trabajo, recogiendo las inquietudes y necesidades de todos los sectores. A fin de cuentas, es producir la movilización combativa de la mayoría de la población para terminar con la dictadura.
"Nada más lejos de la política de los comunistas, que una desviación militarista. Nuestro objetivo primordial es ante todo lograr la unidad para recobrar la democracia. Pero unidad con las masas, en torno a su lucha. Sin las masas, sin un pueblo consciente y organizado, nada es posible. Y la forma que va adquiriendo la lucha popular es producto de la propia experiencia de ese puebio.
"Hace un año era imposible imaginar las jornadas de lucha de los últimos meses. Las protestas, que nacen como tímidas formas de expresión de la disidencia, se transforman por la fuerza del pueblo en una forma inédita de lucha. Es la capacidad creativa que tienen aquellos a los cuales sólo les queda la fuerza de sí mismos como única esperanza.
"Por otro lado, (creemos) que ya está medianamente claro que la violencia proviene de las fuerzas represivas y no del pueblo. El pueblo quiere paz, la libertad y la democracia, y eso lo conseguirá de la única forma que lo sabe hacer, luchando y enfrentando con fuerza y decisión el poder de la dictadura. Esta lucha libertaria no es contradictoria, sino que absolutamente complementaria con toda aquella iniciativa política amplia y unitaria, que tienda en forma efectiva a provocar un cambio profundo en el país.
"Así concebimos los comunistas la Rebelión Popular: unidad, organización, lucha de masas. Y en esa unidad, sin exclusiones, deben estar todos aquellos que desean realmente la reconstrucción democrática de nuestra patria. Nuestra política es formar el más amplio ACUERDO NACIONAL, concebido según el Manifiesto del Movimiento Democrático Popular, al que adhirió nuestro partido."
Se tiene, pues, ante la vista los primeros pronunciamientos del PC sobre esta materia y los más recientes. Se ha dejado hablar aquí al propio PC. Ahora corresponde entrar al análisis crítico de su posición:
1. La tesis que prima en los textos transcritos es la del uso de todos los métodos de lucha, los no-violentos y los violentos, o, si se quiere, la tesis de la combinación de métodos. A esta propuesta el PC la denomina de Rebelión Popular, que, como él mismo lo dice, "se basa en la necesidad irnperiosa de que el pueblo adopte TODAS LAS FORMAS DE LUCHA para terminar con la dictadura".
2. Dicha tesis, expuesta en la forma en que lo hace el PC, no tiene nada que ver con la vía de Gandhi, de Martin Luther King Jr., de Hélder Cámara, de Adolfo Pérez Esquivel, etc., deserrollada y defendida en este trabajo, cuya característica común consiste en renunciar a recurrir a la violencia. El PC no renuncia a ella. Está, por tanto, en otra vía, transita otro camino.
3. Hay un error teórico que salta a la vista leyendo la referencia del PC al derecho de rebelión: asimila la forma de lucha al derecho mismo. En la realidad, el derecho a rebelión, para ser ejercido, requiere una forma de lucha que obliga a hacer una opción metodológica. Se puede luchar haciendo uso del derecho a rebelión mediante métodos violentos y mediante métodos no-violentos. Se puede escoger la vía violenta o la no-violenta para ejercerlo.
Luego, la mera reivindicación por el PC del derecho a rebelión no resuelve el problema de las vías. Y como nadie ha negado ese derecho, efectivamente sagrado en cuanto otorgado por Dios y anterior al Estado -a todo Estado-, su constante mención no aporta nada nuevo.
4. El PC sitúa virtualmente todos los métodos de lucha al mismo nivel. El raciocinio sobre la debida correspondencia que debe existir entre el fin y los medios no está presente para nada. Es eludido por completo, a pesar de tratarse de un asunto de tal trascendencia que, como se ha visto, es el que verdaderamente determina el curso de las cosas. El PC hace como si no existiera, poniendo el acento en fines ("el pueblo quiere paz, la libertad y la democracia") que justificarían el empleo de todos los medios. Se trata, ciertamente, de una diferencia sustancial con lo expuesto hasta aquí en el presente estudio.
5. El primer texto de Luis Corvalán refleja un evidente escepticismo respecto a una "salida pacífica" ("si la hubiera"). El pueblo aparece en él empujado por el fascismo a "recurrir a todos los medios a su alcance". Se trataría de una reacción normal, natural, meramente constatada por Corvalán. Incluso la "violencia aguda", formulación que por su fuerza quedó grabada en los oídos de todos, surge de esta forma y estaría destinada a cumplir una función más bien defensiva que ofensiva, puesto que su objetivo sería "defender" el derecho del pueblo "al pan, a la libertad, a la vida".
6. El segundo texto de Corvalán está redactado en forma de respuesta a críticas. El destinatario principal parece ser el chileno cristiano, especialmente católico, a quien se le recuerda la doctrina pontificia expuesta por Paulo VI en su encíclica Populorum Progressio y se vuelve a considerar el derecho de rebelión como el método mismo, como si fueran sinónimos. Tratando de explicitar un poco lo que se quiso decir con "violencia aguda" ahora se habla de "violencia revolucionaria ejercida de manera consciente y responsable". En el fondo nada nuevo.
7. En los textos producidos tres años después hay algunos elementos a destacar. Aparece en el lenguaje comunista la no-violencia activa y, lo que es más importante, sin la observación escéptica de Corvalán ya anotada: hay un párrafo de reconocimiento a las protestas y al cambio substancial que ha experimentado la situación gracias a ellas que así lo revela. Sin embargo, subsiste la misma perspectiva. Ahora se concede hasta con buen ánimo toda la fase de la no-violencia activa; más aún, se acentúa que lo primero es siempre la "unidad para recobrar la democracia", no debiendo olvidarse, en todo caso que esa unidad es "con las masas, en torno a su lucha". Pero, como ya se había dicho antes, que existía la necesidad "imperiosa" de recurrir, por parte del pueblo "a todas las formas de lucha" para acabar con el régimen, la perspectiva, prefijada desde ahora, del recurso a la violencia, se mantiene. Una vez más, por tanto, nada nuevo.
8. Con esta posición el PC pretende llegar al "más amplio ACUERDO NACIONAL", lo que en otros términos implica que quisiera estar dentro de una alianza donde estuvieran todos los partidos de oposición contrarios al régimen. Choca con una realidad que no puede ocultarse con palabras: quiere integrarse a un marco político donde la tesis de "todas las formas de lucha" es explícitamente rechazada, pues se ha hecho una opción que excluye las formas violentas de lucha. Se niega a entender que la vía no-violenta sólo es eficiente si permanece fiel a su opción, pues cuando se la mezcla con la violencia es esta última la que termina primando y dando la pauta.
9. Hay en el último texto citado un párrafo notable que requiere volver a ser citado: "Hace un año era imposible imaginar las jornadas de lucha de los últimos meses. Las protestas, que nacen como tímidas formas de expresión de la disidencia, se transforman por la fuerza del pueblo en una forma inédita de lucha. Es la capacidad creativa que tienen aquellos a los cuales sólo les queda la fuerza de sí mismos como única esperanza". Una primera observación adjetiva, aunque no carente de importancia: el PC hace una separación entre "disidencia" y "pueblo" que es absolutamente arbitraria, voluntarista. La observación sustantiva: resulta difícil encontrar una mejor descripción y justificación de la vía no-violenta que la última oración del párrafo citado. Quienes sólo tienen "LA FUERZA DE SI MISMOS como única esperanza", acompañada de "capacidad creativa", están en la más perfecta no-violencia activa. Son pobres, desarmados, no podrían recurrir a la violencia sin ser aplastados. Les queda sólo "la fuerza de sí mismos" más su "capacidad creativa" y con esos dos elementos transforman su protesta "en una forma inédita de lucha". Son ya maestros de la no-violencia. Si siguen por ese camino y contagian al pueblo chileno entero, nada detendrá su triunfo.
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